Malos tiempos para el sindicalismo de clase
Son curiosos los tiempos que vivimos, donde se tiene que explicar lo obvio. Sabemos que los gobiernos PPSOE que han gobernado este país con la ayuda de la derecha nacionalista, han aprovechado la mal llamada crisis (provocada por el propio capital) para asestar un golpe certero a la clase trabajadora a través de su reforma laboral.
En un sistema capitalista como el que vivimos, no existe la libertad sin independencia económica, y para conseguirla te ves obligado a alquilar la fuerza de trabajo a la patronal, convirtiéndote en una mercancía más (de ello depende nuestra subsistencia). Desde que entró en vigor la reforma laboral en el año 2012, las empresas han ido aplicándola de manera acelerada según sus intereses. En la actualidad, con la complicidad de la ley mordaza, es curioso y vergonzoso ver como día tras día son muchos los compañeros y compañeras que son condenados por ejercer su derecho de información a través de los piquetes. En contraposición, no hay ni un solo empresario condenado por coaccionar a los trabajadores en sentido contrario.
En la actualidad, su ofensiva se ha intensificado cada vez más contra los representantes de los trabajadores por medio de la represión sindical, hasta el punto que ser representante de los trabajadores es, en algunas empresas, un peligro para el mantenimiento del puesto de trabajo. Muchos delegados han sido incluidos en ERES, aunque la ley considere que por su labor deberían ser los últimos en sufrir las consecuencias que originan el expediente, y a otros muchos se les ha abierto un expediente disciplinario, ya que tienen constancia de que dichas acciones ejercen la capacidad de generar miedo en el resto de la plantilla.
Este es el caso de la empresa donde trabajo y de la que soy delegado sindical por co.bas, Codere, multinacional española del juego, con más de 16.000 trabajadores en todo el mundo. Tras una nefasta política comercial y económica, entró en concurso de acreedores, y en la actualidad se encuentra en manos de los fondos de inversión, con un plan a corto plazo para reflotarla. Evidentemente no ha llegado a esta situación por los trabajadores (más de 4.000 han sido despedidos), sino por la mala gestión de sus directivos.
Codere no es ajena a las prácticas de represión sindical; en su momento, tras efectuar un cambio de dirección en la delegación de Barcelona (Palau-Solita i Plegamans, a la que pertenezco) en el año 2014, se produjo un ataque continuado al comité de empresa a través del nuevo delegado, que intentó desacreditarnos de todas las formas posibles ante los trabajadores. Para ello empezó a ejercer una falsa camaradería y populismo entre los distintos colectivos, buscando aliados en contra de según él, “esos gandules parásitos” que forman el comité. A cambio, y como hace todo buen negociador, les aseguraba que nunca les faltaría el puesto de trabajo, ya que él siempre les estaría agradecido de dicho gesto.
Evidentemente, esta serie de movimientos los llevo a cabo con el beneplácito de la cúpula de la dirección, y para ello se empleó a fondo coaccionando a la plantilla hasta conseguir montar una candidatura “amarilla” para las pasadas elecciones sindicales, qué se celebraron el 14 de abril del 2016 (tenemos que entender que instaurar la dictadura del miedo en una delegación de 35 empleados les resulta muy fácil) (Codere no tiene representatividad sindical en el ramo de las máquinas recreativas en ninguna delegación). Desgraciadamente para sus intereses y pese a todas las amenazas, “sus” candidaturas no consiguieron sacar ni un solo delegado de los tres puestos a ocupar (actualmente somos menos de 50 trabajadores), mientras que las tres nuestras por co.bas salieron elegidas.
Como es evidente, a la empresa este hecho no le sentó nada bien, y a los cuatro días de haberse producido las elecciones construyeron un plan en mi contra, culminándolo con la apertura de un expediente contradictorio que me entregaron el pasado 29 de julio (faltando una semana para mis vacaciones), por según ellos “disminución voluntaria y continuada en el rendimiento del trabajo normal” y “la transgresión de la buena fe contractual, así como el abuso de confianza en el desempeño del trabajo”. Posteriormente, el 27 de agosto (estando yo de vacaciones), se me comunica a través de burofax una sanción de 60 días de suspensión de empleo y sueldo.
Está claro que mi compromiso con la clase trabajadora a la que pertenezco (llevo más de 26 años ejerciendo el sindicalismo activo) no les gusta y les es un problema para sus futuros planes.
Como decía…vivimos tiempos difíciles en que tenemos que explicar lo obvio.
Jose A. Zapata Rodríguez (delegado sindical de co.bas y miembro de la Trobada Alternativa de Nou Barris)
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