Carta de un compañero de Barcelona
Tarde-noche de sirenas y ruido de helicópteros. Tarde de lagrimas y dolor. Dolor desconsolado. Arteria que siempre ha bajado hacia el mar para fundir la sal y la brea con la ciudad y que hoy deja regueros de horror mezclados con rojos destellos de intolerancia. Tarde gris en el esplendor de una perla mediterránea que siempre ha sido puerto de cobijo, de acogida y de celebración de la libertad.